El futuro del gas en Colombia
El rol del gas ha sido la gran incógnita del gobierno de Gustavo Petro y a su vez, uno de los temas donde existe más controversia entre el Ejecutivo, académicos y expertos del sector. Por una parte, desde la campaña electoral del actual presidente, se dejó en claro la intención de parar los nuevos contratos de exploración de hidrocarburos a nivel nacional con el fin de acelerar la anhelada economía descarbonizada.
Con una mirada totalmente opuesta, expertos e incluso académicos, incluyendo al presidente de Ecopetrol, Felipe Bayón, han señalado que dejar de buscar gas puede ser perjudicial para el bolsillo de los colombianos en un futuro ya que el recibo del gas puede llegar a costar desde 120 000 o 150 000 COP. Entre otras declaraciones de academía y expertos, se han realizado estadísticas sobre la demanda de gas teniendo en cuenta a la descarbonización planteada a 2050 y la tendencia subirá hasta el 2035. Esto debido a que aún no existe otro recurso que logre reemplazar el hidrocarburo de manera efectiva.
Asimismo, la decisión va acompañada con la designación de Irene Velez, filósofa y ambientalista quien ha reiterado acatar las propuestas de campaña. No obstante, en una entrevista, la nueva ministra aclaró que el lanzamiento del decreto o la regularización de esta decisión depende de la ruta del gas y del estado en el que se encuentre el país referente a este recurso.
En este mismo encuentro, Vélez dijo que en caso de no alcanzar la suficiencia y la seguridad energética con los 180 contratos existentes en los próximos ocho años, se buscaría importar gas de Venezuela. Comentario que fue bastante criticado por la prensa, trabajadores del gremio e incluso por senadores de la República ya que importar un recurso que potencialmente existe en las costas de Colombia no sería sostenible económicamente.
Ahora bien, dentro de los argumentos planteados anteriormente por el Gobierno y el gremio, se ha podido evidenciar que el Ejecutivo no ha abarcado variables externas como lo es el comportamiento de la demanda a nivel internacional del gas y los posibles impactos económicos para los colombianos con menor poder adquisitivo. Aunque Colombia, no exporta este recurso y es de uso nacional, la decisión de dejar de suscribir y firmar nuevos contratos de exploración de gas debería ser debatida una vez más si no existe la certeza de que las reservas alcanzarán para cuando se diversifique de la matriz energética con proyectos eólicos y solares que permitan sustituir al hidrocarburo.
A pesar de que el aumento de las fuentes de energía sean primordiales para lograr los objetivos de descarbonización, lo ideal es que los pasos sean mesurados, teniendo en cuenta lo dependiente que Colombia es de este hidrocarburo. También es válido mencionar que en una conversación donde existen posturas opuestas se debe ser conciliador, no es propicio dar lugar a comentarios y decisiones apresuradas sin entrar en un debate a priori con los actores involucrados.
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