¿Cuál es la transición energética que necesita Colombia?

En los últimos años se ha venido hablando de la transición energética como mecanismo para reemplazar los combustibles fósiles por fuentes de energía renovables. Desde instancias internacionales, gubernamentales y privadas se han diseñado estrategias para descarbonizar de manera paulatina la economía y de esta manera, cumplir con lo pactado en la Cumbre de París (COP21) en 2015. Sin embargo, desde la academia y los movimientos sociales y ambientales ha surgido la pregunta sobre cuáles son los intereses que hay detrás de la promoción de la transición energética y quiénes son los beneficiados directos de este proceso.

La declaratoria del Parlamento Europeo de considerar el gas natural como combustible verde necesario para reducir las emisiones de carbono ha puesto de manifiesto el trasfondo geopolítico que hay detrás de esta decisión. El gas consumido por los países de la Unión Europea proviene en más del 40 % de Rusia, siendo los casos de Alemania y Polonia los más llamativos, ya que el 65,2 % y el 54,8 % respectivamente, es exportado por los rusos. No obstante, la guerra en Ucrania ha motivado a la Unión Europea a reducir la dependencia del gas ruso por medio de una estrategia que busca abandonar por completo la importación del hidrocarburo desde Rusia para 2030.

En este escenario, América Latina ha cumplido un papel fundamental. Países como Argentina, Brasil, Perú y Colombia incrementaron sus exportaciones de crudo y gas a Europa, lo que posiciona a la región como un potencial proveedor de gas natural. Este aumento de la demanda europea por el hidrocarburo ha puesto sobre la mesa la necesidad de fortalecer la exploración de gas en la región. Colombia no ha sido ajena a esta tendencia. Más de la mitad del presupuesto de exploración de Ecopetrol se destinó a la búsqueda de este combustible debido a la importancia tanto para el autoabastecimiento a nivel nacional como para la creciente demanda que desde Europa se ha generado.

La Política Nacional de Transición Energética, impulsada por el Gobierno Duque (2018 – 2022) propone 21 estrategias para materializar la transformación de la matriz energética, ocho de estos lineamientos están orientados a la utilización del gas natural como combustible para la transición. El Gobierno anterior fomentó la exploración y explotación costa afuera con el fin de aprovechar la coyuntura. Sin embargo, dichas actividades han generado conflictos ambientales con las comunidades costeras que habitan la región, debido a la mortandad de peces asociada a la disminución de la calidad del agua. De manera paralela, se promovió la construcción de varios parques eólicos, en el marco de la transición energética. Las comunidades indígenas wayuu afirman que estos parques se han construido en territorio indígena sin haber realizado el proceso de consulta previa y desplazando a varias familias de sus territorios.

Es importante reflexionar, por tanto, sobre cuál debe ser la estrategia para lograr una transición energética y cuáles son los intereses que debe perseguir. El discurso institucional hegemónico parece ofrecer una receta genérica de lo que debe ser la transición energética en los países del Sur Global, sin tener en cuenta las dinámicas y necesidades propias de los territorios y manteniendo el modelo de desarrollo actual que ha perpetuado el extractivismo en América Latina y las condiciones estructurales que han llevado a la crisis climática. 

La diversidad cultural de los países del Sur Global debe convertirse en un factor clave para construir desde diferentes miradas propuestas energéticas que logren, por un lado, descentralizar la producción y distribución de energía y por otro lado, garantizar la calidad de vida y las prácticas culturales en los territorios. La construcción de propuestas de abajo hacia arriba responderá sin duda, a la resolución de necesidades básicas insatisfechas y permitirán la edificación de una transición energética justa.